jueves, 11 de julio de 2013
lunes, 1 de julio de 2013
¿Las universidades están dispuestas a elevar su calidad educativa?
La entidad evaluadora y acreditadora de las universidades, propuesta por el Congreso de la República, debe ser reconsiderada para garantizar una educación de calidad.
El conocido punto de vista del expresidente del Tribunal Constitucional (TC), Ernesto Álvarez Miranda, a favor de la creación de una superintendencia que asegure la calidad de las universidades, tiene mucho sentido, puesto que sostiene que la mayoría de universidades que han sido creadas en los últimos, al amparo de las leyes que dio el gobierno fujimorista, tienen manifiestos fines de lucro. Su interés no tiene nada que ver con el papel que corresponde a la universidad en la sociedad peruana.
“La mayoría de universidades e institutos superiores prestan un servicio por debajo de un estándar mínimo y por lo tanto están engañando a los padres y a los alumnos que ahí estudian”, sostuvo Álvarez Miranda.
Pero, al margen de lo que piensa el exmagistrado del TC (el hecho de que los docentes tengan una maestría no necesariamente garantiza que la educación que brinden sea de calidad), creemos que la entidad evaluadora y acreditadora de las universidades, propuesta por el Congreso de la República, debe ser reconsiderada. Comete diversas injerencias en la marcha de las universidades que afectan su autonomía.
La interrogante es si las universidades están dispuestas a elevar sus estándares de calidad para evitar estar todo el tiempo en el ojo de la tormenta. Y, cuidado, que a medida que el país crezca y se modifiquen las demandas de una sociedad que necesita incorporar profesionales calificados en diversas áreas, se harán cada vez más evidentes las fortalezas pero sobre todo las debilidades de esas instituciones. Más aun ahora que todo se sabe a través de las redes sociales y de otros recursos tecnológicos que desnudan —y no ocultan— esas falencias.
Por eso, universidades como la Uladech, que hoy afronta un compromiso ineludible tras el drama de sus dos estudiantes fallecidas, deben estar a la altura de lo que verdaderamente es y tiene que ser una casa de estudios superiores.
No obstante todo ello, son esos mismos universitarios y padres de familia los que increíblemente no exigen muchas veces una educación de calidad. Al contrario, son ellos los que vienen contribuyendo a un relajamiento de los estándares académicos —en complicidad indirecta de los docentes—con el empleo masivo del ‘copiar y pegar’ de textos conseguidos en internet.
Como un perro que se muerde la cola, el origen de esos problemas tiene su origen en la errada idea de ser profesional a toda costa que ha tergiversado la verdadera misión de la universidad.
Sí estamos de acuerdo en que universidades que se rigen bajo ese esquema mercantilista deben desaparecer. El punto es hallar la fórmula inteligente para que una idea como esa no termine siendo una injerencia de la que no debemos ser, de ninguna manera, complacientes avales.
laindustria.pe
El conocido punto de vista del expresidente del Tribunal Constitucional (TC), Ernesto Álvarez Miranda, a favor de la creación de una superintendencia que asegure la calidad de las universidades, tiene mucho sentido, puesto que sostiene que la mayoría de universidades que han sido creadas en los últimos, al amparo de las leyes que dio el gobierno fujimorista, tienen manifiestos fines de lucro. Su interés no tiene nada que ver con el papel que corresponde a la universidad en la sociedad peruana.
“La mayoría de universidades e institutos superiores prestan un servicio por debajo de un estándar mínimo y por lo tanto están engañando a los padres y a los alumnos que ahí estudian”, sostuvo Álvarez Miranda.
Pero, al margen de lo que piensa el exmagistrado del TC (el hecho de que los docentes tengan una maestría no necesariamente garantiza que la educación que brinden sea de calidad), creemos que la entidad evaluadora y acreditadora de las universidades, propuesta por el Congreso de la República, debe ser reconsiderada. Comete diversas injerencias en la marcha de las universidades que afectan su autonomía.
La interrogante es si las universidades están dispuestas a elevar sus estándares de calidad para evitar estar todo el tiempo en el ojo de la tormenta. Y, cuidado, que a medida que el país crezca y se modifiquen las demandas de una sociedad que necesita incorporar profesionales calificados en diversas áreas, se harán cada vez más evidentes las fortalezas pero sobre todo las debilidades de esas instituciones. Más aun ahora que todo se sabe a través de las redes sociales y de otros recursos tecnológicos que desnudan —y no ocultan— esas falencias.
Por eso, universidades como la Uladech, que hoy afronta un compromiso ineludible tras el drama de sus dos estudiantes fallecidas, deben estar a la altura de lo que verdaderamente es y tiene que ser una casa de estudios superiores.
No obstante todo ello, son esos mismos universitarios y padres de familia los que increíblemente no exigen muchas veces una educación de calidad. Al contrario, son ellos los que vienen contribuyendo a un relajamiento de los estándares académicos —en complicidad indirecta de los docentes—con el empleo masivo del ‘copiar y pegar’ de textos conseguidos en internet.
Como un perro que se muerde la cola, el origen de esos problemas tiene su origen en la errada idea de ser profesional a toda costa que ha tergiversado la verdadera misión de la universidad.
Sí estamos de acuerdo en que universidades que se rigen bajo ese esquema mercantilista deben desaparecer. El punto es hallar la fórmula inteligente para que una idea como esa no termine siendo una injerencia de la que no debemos ser, de ninguna manera, complacientes avales.
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